Boletin: Conservadurismo en Estados Unidos de América. El Partido Republicano y la Agenda Social 1-15 nov 2025
El elemento más revelador de las elecciones de la próxima semana es que Donald Trump
prácticamente está asegurando la derrota de los republicanos, y su partido no está haciendo
prácticamente nada al respecto. El mero hecho de su elección el año pasado otorgó a los
demócratas una poderosa herramienta para movilizar el voto en New Jersey y Virginia, estados
tradicionalmente demócratas, pero Trump ha socavado aún más las esperanzas republicanas en
ambos estados con su conducta y aparentemente ha abandonado a los republicanos de California.
Sus acciones concretas son evidentes: los despidos masivos en DOGE y la reducción de personal
durante el cierre del gobierno afectaron gravemente a Virginia, un estado con una gran cantidad de
empleados federales; además, canceló la financiación para la construcción del túnel Gateway entre
Nueva Jersey y Nueva York. Ambos casos fueron como entregarles a los aspirantes demócratas a la
gobernación un material publicitario que se escribe solo. Sin embargo, el desafío más fundamental
que plantea Trump es que su exigencia de lealtad inquebrantable les niega a los republicanos de
los estados demócratas la oportunidad que necesitan para establecer una independencia crucial
para el éxito en los estados donde es impopular. Particularmente en las elecciones a gobernador, y
sobre todo cuando su partido está en la Casa Blanca, los republicanos que se presentan en estados
demócratas y los demócratas que compiten en estados republicanos deben tomar medidas para
atraer a los independientes y a los votantes del otro partido, diferenciándose de la marca nacional,
al menos simbólicamente. Sin embargo, Winsome Earle-Sears, de Virginia, y Jack Ciattarelli, de
Nueva Jersey, han mostrado su apoyo a Trump en estados que nunca ha ganado, durante tres
elecciones presidenciales consecutivas. A primera vista, esta postura resulta desconcertante. Pero
ambos republicanos, al igual que todos los candidatos del Partido Republicano en esta época,
temen al presidente. Es lo que Trump ha provocado: incluso alejarse tímidamente de él implica
arriesgarse a una reacción contundente de la Casa Blanca que acapararía la atención mediática
durante días y correría el riesgo de desanimar a una base electoral MAGA que ya de por sí es difícil
de movilizar cuando el presidente no se presenta a las elecciones. La idea de que un candidato
pueda criticar a Trump sin sufrir represalias es impensable. No es el tipo de persona que
reaccionaría bien si un aspirante a gobernador le dijera en privado: “Sabe, señor presidente, puede
que tenga que criticarlo un poco para ganar esta contienda. No le importará, ¿verdad?”. Así pues,
los aspirantes republicanos, independientemente de su estado o distrito, están atados de manos a
un presidente impopular y actúan como si sus primarias nunca hubieran terminado o como si
todos estuvieran compitiendo en Alabama.
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