
El Partido Demócrata no logró una "ola
azul" como hubiera querido, “una victoria abrumadora que hubiera
representado un repudio nacional de las elecciones de 2016”. Las divisiones
solo se han profundizado, pero Trump perdió de alguna manera consecuente. En
una elección de alta participación, el Partido Republicano entregó el control
de la Cámara de Representantes ante los demócratas por primera vez en ocho
años, un control crucial sobre el poder presidencial.
David Remnick resalta el número récord de mujeres que
fueron elegidas para el Congreso, una reflexión, en parte, del movimiento
#MeToo que el presidente ha despreciado. Al menos cuatro de las vencedoras son mujeres
jóvenes de color, incluidas Rashida Tlaib, en Michigan; Ilhan Omar, en
Minnesota; Lauren Underwood, en Illinois; y Alexandria Ocasio-Cortez, en Nueva
York.
Por otra parte, los demócratas también mejoraron,
desde 2016, entre los votantes del medio oeste y los suburbios. “Y lo más
importante, por segunda vez en dos años, Trump y sus aliados perdieron el voto
popular”, dice el autor del artículo. Sin embargo, los resultados a mediano
plazo proporcionarán a Trump una razón adecuada para reclamar la victoria y, a
pesar de sus bajos índices de aprobación, confía en que puede ganar una campaña
de reelección que se apoya en gran medida en los votantes rurales. Los
republicanos continúan dominando más allá de las ciudades y los suburbios, y
ampliaron su margen en el Senado, que es un cuerpo mucho menos representativo
que la Cámara de Representantes. También rechazaron los desafíos demócratas en
todo el estado en Florida y Texas, aunque los estrechos márgenes de victoria en
esos estados rojos deberían otorgarle al Partido Republicano pausa del
liderazgo. Beto O'Rourke, quien perdió por muy poco en la carrera por el Senado
de Texas ante el titular, Ted Cruz, compitió una contienda especialmente
convincente. El autor del artículo expresa que Trump dejó su huella histórica
en estas elecciones al dirigir una campaña que se distingue por sus llamamientos
al racismo, la xenofobia y la paranoia. Estos no fueron gestos involuntarios. No
fueron errores, lo hizo deliberadamente y sin cesar. Su cálculo, como lo había
sido en 2016, fue que las preocupaciones más profundas de sus partidarios están
conectadas a los cambios demográficos del país. Mostró poco interés en actuar
sobre cuestiones de política. Resultó que el cuidado de la salud era un
problema perdido para él. En cambio, sin moderación ni vergüenza, azotó
frenéticamente a una multitud tras otra agitando la bandera del miedo y el
resentimiento.
Finalmente, aunque las elecciones intermedias de 2018
terminaron en un resultado mixto, David Remnick menciona que aunque el voto
ciertamente no fue un repudio decisivo hacia Trump, el mandatario tampoco recibió
el respaldo que tanto anhelaba. Además, destaca el enorme papel que
desempeñaron las mujeres, tanto candidatas como votantes, pues resulta histórico
y promete un futuro mejor.
FUENTE: Remnick, David. “What
the Democrats Must Do Now to Defeat Trump”. The
New Yorker. 11-07-18.
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