Los gobiernos
democráticos en todo el mundo se comportan de manera hipócrita cuando se trata
de los derechos humanos y de la política exterior. La comunidad internacional
debe hacerlos responsables y ayudar a cerrar la brecha entre la retórica y la
práctica. Como la democratización se desarrolló en países como Brasil, la
India, Indonesia y Sudáfrica, se esperaba que estos países tuviesen en común
democracias más establecidas. Mientras que las democracias emergentes y
establecidas se presentan abusos graves contra los derechos humanos en Myanmar,
Corea del Norte y Libia, entre otros, las divisiones siguen siendo graves.
Los países
del sur están a favor de la soberanía, no intervención y abuso de los intereses
económicos sobre valores como la rendición de cuentas por abusos en contra de
los derechos humanos. Los Estados también temen
a las críticas de su propio historial de derechos humanos. El
crecimiento de la incidencia transnacional en el norte y el sur ha amplificado
el impacto de las organizaciones no gubernamentales (ONG), permitiéndoles
ejercer más presión sobre los Estados. Los defensores e investigadores pueden hacer
más para crear conciencia y exigir la acción del estado en cuestiones clave. Leer reporte
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