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Documento: Joe Biden Isn’t a Liberal or a Moderate. He’s a Christian Democrat.


Carlo Invernizzi Accetti, Foreign Policy, 03-16-20
Carlo Invernizzi Accetti, profesor Asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, City College muestra en este artículo de Foreign Policy el perfil político que parece gustar a los electores estadounidenses hoy ante el firme despunte de Joe Biden como candidato a la nominación demócrata de la presidencia de la República. El punto es identificar qué tan liberal o moderado ha sido el candidato y si eso le ha llevado a sus recientes triunfos en elecciones primarias. 
El artículo  toca una “dimensión profundamente conservadora” de la promesa de Biden de "curar" las divisiones que atraviesan la sociedad estadounidense. Da énfasis histórico a la democracia cristiana europea en lo concerniente a los valores de "unidad nacional" y "restauración del orden social” después de la Segunda Guerra Mundial, una democrazia cristiana italiana de los años 40 y 50 que es como un "partido de la nación", al considerarse un mecanismo para conciliar los grupos e intereses sociales conflictivos del país. Invernizzi piensa que Biden se halla justamente dentro de una visión similar “donde el partido demócrata intenta reunir a toda la nación bajo la bandera de sus principios morales y políticos tradicionales de inclusión y civilidad”. 
La misma concepción orgánica de la sociedad también sustenta las principales propuestas de política social y económica de Biden. En contraste con la defensa con los planteamientos de Sanders en los programas de derecho de bienestar universalista como el "Medicare para Todos" y la matrícula gratuita de la universidad pública, Biden piensa que el papel de la intervención estatal en la economía debe centrarse “en la protección de los grupos desfavorecidos”. Esto es evidente en su propuesta de extensión del Obamacare "para aquellos que lo necesitan" (por ejemplo, los no asegurados y los "dejados atrás") y la matrícula gratuita para los colegios comunitarios "en las zonas más desfavorecidas".
El artículo analiza este enfoque, que se justifica con respecto a otra idea democrática clásicamente cristiana: “que cada uno debe contribuir a lo mejor de su capacidad para el bienestar de la sociedad en su conjunto”. Si bien esto implica cierta medida de la redistribución socioeconómica, se aleja de la idea más radical de que la sociedad debe aspirar a algún tipo de igualdad sustantiva, así como formal. De hecho, Biden ha presentado explícitamente su plataforma de política socioeconómica como una forma de asegurarse de que todo el mundo tiene una "participación" en la economía capitalista e implícitamente como una forma de protegerla de la amenaza percibida de la toma radical de control por parte de la extrema izquierda o la extrema derecha.
Apunta también que esto se asemeja mucho a la lógica de los partidos democristianos en Europa que apoyaron las políticas de estado de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial como medidas explícitamente antirrevolucionarias. Su intuición era que la mejora de las condiciones de las desfavorecidas mediante medidas de ayuda específicas, como transferencias en efectivo o beneficios en especie, estaba destinada a socavar el caso de transformaciones más radicales del orden socioeconómico existente, dándoles algo que perder. Así, por ejemplo, a lo largo de los años 50 y 60, “fueron los demócratas cristianos, no los socialdemócratas, los que impulsaron muchas políticas que incentivaron la propiedad de Vivienda para las clases trabajadoras tanto en Alemania como en Italia”.
El politólogo describe que la característica distintiva del estilo político de Biden es “su compromiso con la reconciliación social a través del compromiso político”. Desde el comienzo de su carrera política, Biden ha cultivado una imagen de sí mismo como un "constructor de puentes", del apoyo de larga data como senador a lo largo de los años 80 y 90 a una variedad de proyectos de ley "duros contra el crimen".
Aunque Biden es un católico devoto (que aparentemente ha estado usando un rosario bajo la manga desde la muerte de su hijo Beau en 2015), permanece firmemente dentro de la tradición estadounidense del laicismo, que plantea un estricto "muro de separación" entre la política y la religión. La democracia cristiana de Europa, en cambio, está en parte arraigada en un intento de traducir directamente los principios de la doctrina social católica en una plataforma política democrática. En este sentido, asegura el autor Biden es “una versión claramente americanizada  de esta línea europea de conservadurismo político”.
Una objeción menos persuasiva a esta comparación sería que comparar el bidenismo con la democracia cristiana pasa por alto la motivación ideológica más simple para la candidatura de Biden: que simplemente representa la del establishment político y económico estadounidense comprensión desesperada e internamente incoherente para cualquier alternativa aceptable a Trump. En otras palabras, “si se rasca la superficie del bidenismo, no revela nada más que anti-Trumpismo”.
Podemos decir que el análisis de Carlo Invernizzi comparte la idea de que la democracia cristiana  bien puede ayudar explicar las perspectivas futuras de Biden como candidato y presidente. Por un lado, sus promesas de restauración moral, protección social y reconciliación política “constituyen un arma electoral formidable”. “Los democristianos lograron mantener tanto a la extrema izquierda como a la extrema derecha fuera del poder durante varias décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial precisamente sobre la base de una coalición que unía a las élites sociales, las clases medias urbanas y los pobres rurales amenaza percibida de la toma radical de control”, argumenta.
Sin embargo, es probable que el pragmatismo conservador de Biden le deje sin ningún sentido claro de dirección, más allá de la derrota de las fuerzas políticas más radicales contra las que se enfrenta. En última instancia, muestra el peligro latente que en la historia derivó en el derribo de la democracia cristiana italiana a principios de la década de 1990 que desde entonces ha debilitado la Unión Demócrata Cristiana Alemana y otras identidades políticas de los partidos democráticos cristianos europeos continentales. Visto desde esta óptica, Biden podría tener éxito en derrotar tanto a Sanders como a Trump. 
Concluye el autor diciendo que “su presidencia probablemente terminaría siendo bastante débil y sin rumbo, sin hacer mucho para abordar los problemas sociales y políticos más profundos de los Estados Unidos”. Pero para los votantes de este año, sin embargo, “con eso bien puede ser suficiente”.

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