La última quincena del mes es sin duda la más importante en el quiebre político de dos naciones, Estados Unidos y Canadá, cuyas principales fuerzas políticas se están disputando el poder. Por un lado, la administración Trump se acerca a un procedimiento largo de juicio político que se gestó por un resquicio jurídico, que es el escándalo Whistleblower: un informante anónimo, asunto que está refrendando la duda de la obstrucción y abuso de confianza de Trump, con respecto a sus intereses propios en Ucrania, toca intereses estratégicos de ambas naciones. Tanto a nivel internacional como a nivel doméstico, la Cámara de Representantes y el Senado se ven involucradas en dar seguimiento a lo que la democracia constitucional estadounidense debe seguir por oficio. ¿Será esta vez la propicia la ocasión para que los demócratas recuperen la credibilidad frente a un electorado fijo que aún sigue apoyando a Trump?
Por otra parte, Canadá vive un momento crucial, ya que Justin Trudeau cae víctima de su propia imagen por dejar promesas inconclusas relacionadas a muchos temas sociales. Parte de sus errores políticos han consistido en generar propuestas por quedar bien con sus votantes, que en realidad tienen poco sustento político frente a acuerdos en temas aborígenes y ambientales, que como a nivel provincial se viven como una premonición de que se necesita un cambio de rumbo ante la inmovilidad económica que ha representado sobre todo en el Oeste. Muy diferente panorama del entorno al de su inicio de administración, la administración Trudeau y el partido liberal empieza a tocar fondo. ¿Veremos un nuevo realineamiento político en Estados Unidos y Canadá hacia una nueva de Era de conservadurismo o se impondrán los valores liberales de la democracia?
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