Alberta
depende tanto de la industria petrolera que ésta conforma el 24% del Producto
Interno Bruto de la provincia canadiense. Las operaciones industriales para
explorar, cavar, refinar y transportar el petróleo oculto en la arena de la
región cercana al círculo polar ártico asombran por su tamaño y costos de producción pero, mientras más grande sea el proyecto, peor es el impacto ambiental. Lo
anterior resulta curioso en un país como Canadá porque, aunque la
administración del primer ministro, Justin Trudeau (en la foto, firmando el acuerdo climático de París), propone acciones en contra
del cambio climático, al mismo tiempo los gobiernos provinciales y federales
impulsan las operaciones de extracción del petróleo. Sin embargo, además del
beneficio económico, lo que ha llevado esta práctica es a la oposición conjunta
de los “primeros pueblos” y de los ecologistas con argumentos que involucran la
conservación de la vida. Desde este supuesto parte el autor Stephen Leahy, galardonado
periodista especializado en cuestiones ambientales y que ha publicado en The Guardian, Vice y Al Jazeera, quien escribe
para la revista National Geografic el
artículo “This Is the Most Destructive Oil Operation-and It’s Growing”, que
literalmente significa “Esta es la operación de petróleo más destructiva y está
creciendo”.
Leahy le da puntos a Canadá por combatir el cambio
climático. En 2007, el gobierno de Alberta aplicó el impuesto al carbono para
aquellos emisores industriales, del cual recaudó $463 millones de dólares
canadienses ($350 en dólares estadounidenses) para investigación en energía.
También, en la cumbre de París en 2015, el gobierno de Canadá motivó a que se
cambiara la meta de bajar la temperatura 1.5 grados centígrados, y en 2019 aplicó
a nivel nacional el impuesto al carbono. Pero lo anterior parece estar en
segundo plano cuando el primer ministro hubo de anunciar la compra del proyecto
de la empresa petrolera texana Kinder Morgan de un oleoducto de más de 1, 150 km
para “conectar el mercado del Pacífico en las arenas de Alberta”. Cabe destacar
que la empresa Kinder Morgan construye un oleoducto más grande que el anterior que
conecte Alberta con Columbia Británica, un proyecto llamado Trans Mountain pipeline.
Pero el impacto es incuestionable, continúa el autor. Los
activistas por los derechos de los “primeros pueblos” (los pueblos originarios
de Canadá) y por la conservación del medio ambiente defienden sin descanso algo
en común: la vida. Leahy dice que la destrucción ha sido tal que en las comunidades
se han dejado de ver a los pájaros, a los bisontes, a los peces o al bosque,
algo que es primordial para aquellos que se sustentan de la tierra; mientras
que los niños han nacido con deformaciones y enfermedades derivadas de la
contaminación al agua, a la tierra y al aire. Un ejemplo: la región de Fort
McKay. En este lugar se gana per capita más
que en Alberta o en toda Canadá, y antes los indígenas habían sido asociados de
los proyectos petrolíferos, ahora han sido excluidos y recluidos por montañas
de minas de arena. De esta manera, Leahy describe a lo largo de su artículo una
serie de contradicciones que ha hecho y dicho Canadá a lo largo de su historia
y que pone en duda si es fiel sus principios, pero también el autor evidencia
la toxicidad de las relaciones económicas, políticas y sociales que han surgido
de la terrible ambición por el “oro negro”.
FUENTE:
Leahy, Stephen. “This Is the
Most Destructive Oil Operation-and It’s Growing”. National Geographic. 04-11-19.
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