María Solanas Cardín, Real
Instituto Elcano, ARI 57/2016 – 19-7-16
La elección, por primera vez,
de una mujer como candidata a la presidencia de EEUU de uno de los dos grandes
partidos tiene, en sí misma, un carácter histórico y un efecto simbólico
notable, al tratarse de la primera potencia económica y el país con mayor presencia
global del mundo. La nominación es, además, un avance considerable en un país
en el que la brecha de género es profunda (en particular en la participación
política), y que se sitúa, sobre un total de 145 países, en el puesto 28 del
ranking que elabora el Fondo Económico Mundial de Davos (tres puestos por
debajo de España). Por otro lado, la ampliación de los derechos de las mujeres
–fundamentalmente económicos y sociales– y las promesas de cambios legislativos
para promover la igualdad de género (en materia salarial, de lucha contra la
violencia contra las mujeres y de salud reproductiva) han alcanzado cierta
relevancia, al encarnar uno de los ejes de la campaña de la candidata
demócrata, Hillary Clinton. La eventual elección de una mujer al frente de la
presidencia de EEUU podría impulsar una mayor participación política de las
mujeres en el gabinete presidencial (que actualmente sólo incluye a cuatro
mujeres frente a 17 hombres) y contribuir a la promoción de la igualdad de
género también en la política exterior estadounidense. En términos de
comportamiento electoral, el voto de las mujeres será clave en el resultado de
las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre, pues en este ámbito
la brecha de género ha alcanzado 10 puntos porcentuales (en la reelección del
presidente Barack Obama, el 55% de sus apoyos procedieron de las mujeres,
frente al 45% de los hombres). Ver documento
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