Después de más de un
año de conversaciones y relaciones tensas entre el presidente Trump y el primer
ministro de Canadá, Justin Trudeau, los negociadores llegaron a una resolución.
Canadá se unió al acuerdo trilateral de libre comercio del que forma parte con
México y los Estados Unidos.
De acuerdo con el
economista y escritor, Francisco Payró, autor
del artículo “El nuevo acuerdo comercial en América del Norte, de lo menos malo
a lo posible”, publicado en Letras Libres,
el panorama indicaba que la eventual
salida de Canadá habría significado un retroceso de cuantiosas proporciones
para su economía. Particularmente para los imbricados eslabones productivos que
desde la entrada en vigor del acuerdo en 1994, se han venido construyendo en
sectores como el automotriz o el de la industria aeroespacial.
El autor expone
que las cuotas y las reglas que introducen una serie de restricciones al libre
intercambio de bienes y servicios —como la que limitaría las exportaciones de
vehículos fabricados en México y Canadá a 2.6 millones de unidades, pese a que
la exportación histórica máxima para el caso mexicano ha superado ya las 3
millones de unidades; o esa otra que obligará a construir vehículos con acero y
aluminio mayoritariamente proveniente de la región, pero en un contexto en el
que Estados Unidos conserva aún la imposición de un arancel del 25% al
proveniente de sus contrapartes—, el llamado USMCA (como se le ha denominado en
inglés al nuevo acuerdo tripartita) es “lo menos malo” que pudo conseguirse de
cara a la amenaza que se cernía sobre su continuidad.
Francisco Payró
menciona que el futuro de las negociaciones entre los tres países dependerá, probablemente,
de la composición política del Congreso estadunidense después de las elecciones
intermedias de noviembre, lo cual quiere decir que “el espíritu de la
trilateralidad se encuentra evidentemente dominado por las exigencias del socio
más fuerte” (Estados Unidos).
Aunque es cierto
que en la negociación de Estados Unidos con Canadá, éste accedió a restituir el
contenido del Capítulo 19 concerniente a la resolución de disputas, a cambio
irrumpe en mercados que se supone resolverán sus problemas de “déficit” y de
pérdida de negocios (como el avícola y el de lácteos canadienses). Por otro
lado, con México consintió en alargar el plazo de revisión del acuerdo a 6 años
y prolongar su duración por 16 años consecutivos, pero antes buscará asegurarse
de que las reglas de origen para la exportación de vehículos automotores se
modifiquen con el fin de “traer de vuelta” los cientos de miles de empleos que
la industria mexicana les ha “robado” sistemáticamente.
Finalmente,
Francisco Payró admite que tienen razón quienes afirman que el USMCA amplía
considerablemente lo que el TLCAN en su momento contempló. La inclusión —a
diferencia del Acuerdo de 1992— de un capítulo referente a las industrias
culturales y otros más relativos a temas como la propiedad intelectual, el
intercambio digital y la libre asociación sindical apuntan a un entendimiento
comercial que, instalándose en el siglo XXI, parece modernizarse. Y, lo hará
plenamente si los países que lo conforman integran un bloque lo suficientemente
competitivo frente al resto del mundo.
FUENTE:
Payró, Francisco. “El nuevo acuerdo comercial en América del Norte, de lo menos
malo a lo posible”. Letras Libres.
09-10-18.
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